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El gigante de los colegios
Las pruebas del Icfes 2010 dejaron al Liceo Campo David, un pequeño plantel del sur de Bogotá y de estrato bajo, como el mejor del país. ¿Cuál es el secreto para que el 80 por ciento de sus alumnos entren a la Nacional, reciban becas en Los Andes y sobresalgan en matemáticas?
No queda en el norte de Bogotá ni tiene un hermoso campus en la Sabana. Por el contrario, el Liceo Campo David, el mejor colegio del país según las pruebas del Icfes 2010, queda bien al sur, en la calle 46 Sur número 21-27, en el corazón de una de las localidades más pobres y deprimidas de la capital. Y no se trata de ningún error, pues al comparar sus resultados con los que obtuvieron los encopetados colegios de calendario B de todo el país, el Campo David también los supera todos con suficiencia.
El orgullo de esta comunidad educativa es tan grande que en uno de los muros del colegio fue colgada una pancarta verde que lo resume todo: 1.º en Colombia. El mismo que ha hecho que las miradas de gran parte de los educadores se estén dirigiendo por primera vez al sur de la ciudad.
El alma, corazón y motor de este novedoso proyecto educativo es Henry Romero Vivas, químico de la Universidad Libre y periodista de la Universidad Externado de Colombia, quien en 1986 decidió fundar su propio colegio en el que pudiera desarrollar toda su herencia y vocación educativa.
En una pequeña casa de siete metros de frente por 35 de fondo, el Liceo Campo David nació como un preescolar en 1986, pero desde ese momento empezaron a sembrar la idea de que a través del conocimiento y la disciplina era posible cumplir sus sueños. La historia de este hombre es un ejemplo viviente de que esto es posible.
Romero, de 59 años, nació en Anolaima (Cundinamarca), en el seno de un hogar lleno de dificultades económicas. Fue el mayor de los ocho hijos de María del Carmen Vivas, la maestra de la vereda La María, y de un padre 'irresponsable', pues prácticamente el hogar tuvo que salir adelante con el salario de la educadora. "De mi madre heredé su gen dominante de ser educador". Claro que lo mismo pueden decir siete de los ocho hijos, que también dedicaron su vida a la enseñanza. De hecho, las hermanas de Romero Vivas son las dueñas del Colegio Nueva Alianza Integral, en Ciudad Berna, en el sur de Bogotá, que este año ocupó el puesto 42 en el Icfes.
Romero terminó su bachillerato en 1970 en su patria chica, después estudió, con grandes sacrificios, licenciatura en Química en la Universidad Libre de Bogotá. En 1975 ingresó como profesor del colegio público Nicolás Esguerra, donde empezó a enseñar lo que ha sido su pasión: la química. También estuvo en el Liceo Femenino de Cundinamarca, entre otros, hasta que creó su colegio.
El nombre Campo David nació del profundo amor que siente Romero por el campo, pues de allá viene, y de David, el hijo y músico predilecto de Dios. En 2001 salió la primera generación de bachilleres, que ocupó el puesto 525 en todo el país; en 2002, el 221, y a partir de 2003 el Liceo ha estado siempre entre los 15 mejores del país en calendario A, en el rango de nivel muy superior y con un puntaje que oscila entre 62 y 63 puntos. Pero este año, el colegio obtuvo el increíble puntaje de 78 puntos y la impresionante cifra de 87,3 puntos en matemáticas, superando incluso al Instituto Alberto Merani, donde estudian los niños genios del país.
Pero hay otros registros impresionantes. Más del 75 por ciento de los estudiantes que se presentan a la Universidad Nacional son aceptados, y, desde 2005, 19 estudiantes han ingresado becados a la Universidad de los Andes, cinco de ellos en Medicina, gracias a su altísimo rendimiento académico. A esto se puede sumar que en las olimpiadas de química que realiza la Universidad Nacional, los estudiantes del Campo David han sido los mejores y han representando a Colombia en las competencias latinoamericanas.
¿Cuál es la fórmula del éxito? Como ocurre en la educación, es la mezcla de varios elementos: métodos propios, alta exigencia académica, respeto mutuo entre alumnos y profesores, trabajo extracurricular y, ante todo, "exigencia, pero con afecto". Salvo algunos libros, el colegio tiene y desarrolla sus propias guías, talleres y módulos desde el grado primero al 11, elementos que permanentemente son ajustados y oxigenados. Además, cuenta con un sistema propio de evaluación que se aplica, mes a mes, en cada una de las asignaturas. Esto, además de mostrar fortalezas y debilidades, hace que los estudiantes estén familiarizados con este tipo de evaluaciones.
El fuerte del colegio está en la enseñanza de las ciencias naturales, biología, química y física. Estas se aprenden inicialmente con lúdicas, pero después con ejercicios intensos y tareas permanentes. En español trabajan en la comprensión lectora y en la construcción de textos y comunicación oral, y a pesar de no ser un colegio bilingüe, se enseña inglés y francés. Sorprende que los alumnos que presentaron la prueba de inglés en el Icfes este año tuvieron resultados superiores a los de la mayoría de colegios bilingües de calendario B.
Las deficiencias, dice el rector Romero frente a sus alumnos de 11, están en el area de filosofía, "pero las vamos a mejorar". Y al preguntarle por el Icfes, este hombre moreno y de gran elocuencia responde: "A nosotros el Icfes no nos trasnocha, nos preocupa la formación integral de los niños y jóvenes, que sean buenos profesionales, padres, esposos, hijos. Y si alguna obsesión tenemos es buscar que nuestros estudiantes puedan ingresar a la Universidad Nacional, porque es el camino para realizar sus sueños, desarrollar su vida profesional".
Aunque suene extraño, en ese colegio los estudiantes imponen el ritmo y demandan más clases y conocimientos a sus maestros. Esta semana, a pesar de que el año ya terminó, más de la mitad de los alumnos se encontraban en clase en los pequeños salones, dispersos en los tres pisos que tiene el plantel. Los de décimo pidieron refuerzo en física, cálculo y termodinámica. Aldo Fernando García, profesor de Ciencias Sociales, dijo que "a pesar de estar en unas instalaciones con limitaciones y privaciones, los profesores lo damos todo, no solo porque los estudiantes lo piden, sino porque se nos puede exigir. Es algo que tenemos interiorizado y estamos listos para eso".
Precisamente este es un tema que puede ser polémico. Al comienzo del bachillerato, el grupo original de quienes se graduaron este año era de 45 estudiantes, pero solo obtuvieron el título de bachilleres 15. Otros 12 vienen en décimo grado, porque perdieron el año e hicieron uso del derecho que tienen los alumnos de repetir un solo año, y los demás dejaron el colegio porque sus familias se fueron a vivir a otra parte o porque no aguantaron el ritmo que se impone en el Campo David.
Al preguntarles a los 15 bachilleres de 2010, tres de los cuales estudiarán becados en Los Andes y los demás en la Nacional, sobre qué le cambiarían al colegio o qué le ajustarían, la respuesta fue categórica: nada. "Ahora vemos el fruto de tanto esfuerzo y sacrificio, y si el modelo ha funcionado para nosotros y nuestros antecesores, pues demuestra que está bien".
Mayra Martínez, alumna de 11, quien estudiará Geografía en la Universidad Nacional, reconoce que el ritmo en el Campo David es pesado. Desde los primeros años los niños entran en una escala creciente de exigencia. A partir del grado 9 hay algunos días en los que las clases no son hasta las tres sino hasta las cinco, y después de llegar a casa y descansar un rato, hay que estudiar hasta las 10 de la noche o más para hacer las tareas del día siguiente. Hay clases algunos sábados o en vacaciones.
Laura Guerrero, quien estudiará Estadística en la Nacional, dice que si bien ella no tuvo el mismo tiempo para tener novio, chatear o ir a rumbas, como algunas vecinas o primas, ya cumplió su sueño de niña de ir a la universidad. Otra de las que está de acuerdo con la exigencia es Alejandra Castillo, hija de una madre cabeza de hogar, quien que en condiciones normales no habría podido ni estudiar ni en la Nacional. Gracias a su impresionante desempeño estudiará becada Medicina en Los Andes.
El rector Romero dice que "en esta localidad, en el que el estrato 3 es el más pudiente, los niños y padres encuentran en el Campo David no solo un camino para realizar sus sueños, sino un oasis de paz y convivencia. Muchos prefieren estar acá en vacaciones que encerrados en un apartamento o en una casa humilde, y estar en las calles. Eso sí, no todo es carga académica -dice el rector-. Damos clases de ritmo y rumba, etiqueta y protocolo, de cómo sentarse y comer en una mesa, de culinaria y hasta de costura… y salimos al campo, a sembrar árboles, a encontrarnos con nuestros orígenes".
Si hay alguna clave secreta es, sin lugar a dudas, las ganas que tienen los niños de buscar a través del conocimiento y la educación el pasaporte de salida de la pobreza o de las limitaciones con las que muchos tienen que convivir."La educación es el único y más amplio sendero para transformar cualquier vida y cualquier sociedad, y eso es lo que somos".
En este momento el colegio tiene 650 estudiantes, 36 maestros, de los cuales 30 son de planta y, a pesar de enseñar en un colegio de bajos ingresos, reciben sus 12 salarios al año y algunas bonificaciones. La fama que ha ido ganando este colegio ha hecho que muchos establecimientos de estrato alto se hayan llevado a algunos de ellos. Y la fama también se ve en la demanda de nuevos estudiantes. Este año se presentaron 411 familias para 65 cupos, y algunos eran de estrato 4 y 5. En este colegio no pasa el alumno, sino la familia, que empieza a hacer parte activa de la formación de sus hijos.
Además de la estricta formación académica, los alumnos del Campo David tienen un alto compromiso social. Por ejemplo, el plantel, con sus recursos y motu proprio, patrocina el proceso pedagógico de tres escuelas rurales de Anolaima en las veredas La Laguna, La Esmeralda y Mesitas del Caballero. "De nada nos sirve tener los mejores resultados si no podemos compartir nuestra experiencia, pero, al parecer, a muchos funcionarios públicos no les interesa".
"¿Si la Ministra de Educación me diera tres minutos, qué le plantearía? Pues no creo que me los dé, pero le plantearía tres ideas: que todos los colegios de Bogotá apadrinaran una escuela rural de Cundinamarca para sacar, sin reemplazar al Estado, del lamentable estado en el que se encuentra la educación allá. Este programa se podría replicar en todas las ciudades y departamentos. Que el impuesto de ICA que pagamos los colegios sea invertido en mejorar la educación, especialmente la rural, y que busquemos la forma de devolverles el corazón a tantos centros educativos públicos que no son colegios, sino depósitos de niños".
¿Cuánto estaría dispuesto a pagar un padre por tener a su hijo en el mejor colegio del país y tener prácticamente la certeza de que al final del bachillerato entrará a estudiar a la Universidad Nacional o la que quiera si tiene la posibilidad de pagar? Para sorpresa de muchos, la pensión en Campo David oscila entre 137.800 y 243.000 pesos, que en muchos casos es difícil de asumir por muchas de las familias. Allí no hay bonos, aportes disfrazados, rifas, bingos ni cuotas. Una lección que muchos colegios deberían aprender.
El orgullo de esta comunidad educativa es tan grande que en uno de los muros del colegio fue colgada una pancarta verde que lo resume todo: 1.º en Colombia. El mismo que ha hecho que las miradas de gran parte de los educadores se estén dirigiendo por primera vez al sur de la ciudad.
El alma, corazón y motor de este novedoso proyecto educativo es Henry Romero Vivas, químico de la Universidad Libre y periodista de la Universidad Externado de Colombia, quien en 1986 decidió fundar su propio colegio en el que pudiera desarrollar toda su herencia y vocación educativa.
En una pequeña casa de siete metros de frente por 35 de fondo, el Liceo Campo David nació como un preescolar en 1986, pero desde ese momento empezaron a sembrar la idea de que a través del conocimiento y la disciplina era posible cumplir sus sueños. La historia de este hombre es un ejemplo viviente de que esto es posible.
Romero, de 59 años, nació en Anolaima (Cundinamarca), en el seno de un hogar lleno de dificultades económicas. Fue el mayor de los ocho hijos de María del Carmen Vivas, la maestra de la vereda La María, y de un padre 'irresponsable', pues prácticamente el hogar tuvo que salir adelante con el salario de la educadora. "De mi madre heredé su gen dominante de ser educador". Claro que lo mismo pueden decir siete de los ocho hijos, que también dedicaron su vida a la enseñanza. De hecho, las hermanas de Romero Vivas son las dueñas del Colegio Nueva Alianza Integral, en Ciudad Berna, en el sur de Bogotá, que este año ocupó el puesto 42 en el Icfes.
Romero terminó su bachillerato en 1970 en su patria chica, después estudió, con grandes sacrificios, licenciatura en Química en la Universidad Libre de Bogotá. En 1975 ingresó como profesor del colegio público Nicolás Esguerra, donde empezó a enseñar lo que ha sido su pasión: la química. También estuvo en el Liceo Femenino de Cundinamarca, entre otros, hasta que creó su colegio.
El nombre Campo David nació del profundo amor que siente Romero por el campo, pues de allá viene, y de David, el hijo y músico predilecto de Dios. En 2001 salió la primera generación de bachilleres, que ocupó el puesto 525 en todo el país; en 2002, el 221, y a partir de 2003 el Liceo ha estado siempre entre los 15 mejores del país en calendario A, en el rango de nivel muy superior y con un puntaje que oscila entre 62 y 63 puntos. Pero este año, el colegio obtuvo el increíble puntaje de 78 puntos y la impresionante cifra de 87,3 puntos en matemáticas, superando incluso al Instituto Alberto Merani, donde estudian los niños genios del país.
Pero hay otros registros impresionantes. Más del 75 por ciento de los estudiantes que se presentan a la Universidad Nacional son aceptados, y, desde 2005, 19 estudiantes han ingresado becados a la Universidad de los Andes, cinco de ellos en Medicina, gracias a su altísimo rendimiento académico. A esto se puede sumar que en las olimpiadas de química que realiza la Universidad Nacional, los estudiantes del Campo David han sido los mejores y han representando a Colombia en las competencias latinoamericanas.
¿Cuál es la fórmula del éxito? Como ocurre en la educación, es la mezcla de varios elementos: métodos propios, alta exigencia académica, respeto mutuo entre alumnos y profesores, trabajo extracurricular y, ante todo, "exigencia, pero con afecto". Salvo algunos libros, el colegio tiene y desarrolla sus propias guías, talleres y módulos desde el grado primero al 11, elementos que permanentemente son ajustados y oxigenados. Además, cuenta con un sistema propio de evaluación que se aplica, mes a mes, en cada una de las asignaturas. Esto, además de mostrar fortalezas y debilidades, hace que los estudiantes estén familiarizados con este tipo de evaluaciones.
El fuerte del colegio está en la enseñanza de las ciencias naturales, biología, química y física. Estas se aprenden inicialmente con lúdicas, pero después con ejercicios intensos y tareas permanentes. En español trabajan en la comprensión lectora y en la construcción de textos y comunicación oral, y a pesar de no ser un colegio bilingüe, se enseña inglés y francés. Sorprende que los alumnos que presentaron la prueba de inglés en el Icfes este año tuvieron resultados superiores a los de la mayoría de colegios bilingües de calendario B.
Las deficiencias, dice el rector Romero frente a sus alumnos de 11, están en el area de filosofía, "pero las vamos a mejorar". Y al preguntarle por el Icfes, este hombre moreno y de gran elocuencia responde: "A nosotros el Icfes no nos trasnocha, nos preocupa la formación integral de los niños y jóvenes, que sean buenos profesionales, padres, esposos, hijos. Y si alguna obsesión tenemos es buscar que nuestros estudiantes puedan ingresar a la Universidad Nacional, porque es el camino para realizar sus sueños, desarrollar su vida profesional".
Aunque suene extraño, en ese colegio los estudiantes imponen el ritmo y demandan más clases y conocimientos a sus maestros. Esta semana, a pesar de que el año ya terminó, más de la mitad de los alumnos se encontraban en clase en los pequeños salones, dispersos en los tres pisos que tiene el plantel. Los de décimo pidieron refuerzo en física, cálculo y termodinámica. Aldo Fernando García, profesor de Ciencias Sociales, dijo que "a pesar de estar en unas instalaciones con limitaciones y privaciones, los profesores lo damos todo, no solo porque los estudiantes lo piden, sino porque se nos puede exigir. Es algo que tenemos interiorizado y estamos listos para eso".
Precisamente este es un tema que puede ser polémico. Al comienzo del bachillerato, el grupo original de quienes se graduaron este año era de 45 estudiantes, pero solo obtuvieron el título de bachilleres 15. Otros 12 vienen en décimo grado, porque perdieron el año e hicieron uso del derecho que tienen los alumnos de repetir un solo año, y los demás dejaron el colegio porque sus familias se fueron a vivir a otra parte o porque no aguantaron el ritmo que se impone en el Campo David.
Al preguntarles a los 15 bachilleres de 2010, tres de los cuales estudiarán becados en Los Andes y los demás en la Nacional, sobre qué le cambiarían al colegio o qué le ajustarían, la respuesta fue categórica: nada. "Ahora vemos el fruto de tanto esfuerzo y sacrificio, y si el modelo ha funcionado para nosotros y nuestros antecesores, pues demuestra que está bien".
Mayra Martínez, alumna de 11, quien estudiará Geografía en la Universidad Nacional, reconoce que el ritmo en el Campo David es pesado. Desde los primeros años los niños entran en una escala creciente de exigencia. A partir del grado 9 hay algunos días en los que las clases no son hasta las tres sino hasta las cinco, y después de llegar a casa y descansar un rato, hay que estudiar hasta las 10 de la noche o más para hacer las tareas del día siguiente. Hay clases algunos sábados o en vacaciones.
Laura Guerrero, quien estudiará Estadística en la Nacional, dice que si bien ella no tuvo el mismo tiempo para tener novio, chatear o ir a rumbas, como algunas vecinas o primas, ya cumplió su sueño de niña de ir a la universidad. Otra de las que está de acuerdo con la exigencia es Alejandra Castillo, hija de una madre cabeza de hogar, quien que en condiciones normales no habría podido ni estudiar ni en la Nacional. Gracias a su impresionante desempeño estudiará becada Medicina en Los Andes.
El rector Romero dice que "en esta localidad, en el que el estrato 3 es el más pudiente, los niños y padres encuentran en el Campo David no solo un camino para realizar sus sueños, sino un oasis de paz y convivencia. Muchos prefieren estar acá en vacaciones que encerrados en un apartamento o en una casa humilde, y estar en las calles. Eso sí, no todo es carga académica -dice el rector-. Damos clases de ritmo y rumba, etiqueta y protocolo, de cómo sentarse y comer en una mesa, de culinaria y hasta de costura… y salimos al campo, a sembrar árboles, a encontrarnos con nuestros orígenes".
Si hay alguna clave secreta es, sin lugar a dudas, las ganas que tienen los niños de buscar a través del conocimiento y la educación el pasaporte de salida de la pobreza o de las limitaciones con las que muchos tienen que convivir."La educación es el único y más amplio sendero para transformar cualquier vida y cualquier sociedad, y eso es lo que somos".
En este momento el colegio tiene 650 estudiantes, 36 maestros, de los cuales 30 son de planta y, a pesar de enseñar en un colegio de bajos ingresos, reciben sus 12 salarios al año y algunas bonificaciones. La fama que ha ido ganando este colegio ha hecho que muchos establecimientos de estrato alto se hayan llevado a algunos de ellos. Y la fama también se ve en la demanda de nuevos estudiantes. Este año se presentaron 411 familias para 65 cupos, y algunos eran de estrato 4 y 5. En este colegio no pasa el alumno, sino la familia, que empieza a hacer parte activa de la formación de sus hijos.
Además de la estricta formación académica, los alumnos del Campo David tienen un alto compromiso social. Por ejemplo, el plantel, con sus recursos y motu proprio, patrocina el proceso pedagógico de tres escuelas rurales de Anolaima en las veredas La Laguna, La Esmeralda y Mesitas del Caballero. "De nada nos sirve tener los mejores resultados si no podemos compartir nuestra experiencia, pero, al parecer, a muchos funcionarios públicos no les interesa".
"¿Si la Ministra de Educación me diera tres minutos, qué le plantearía? Pues no creo que me los dé, pero le plantearía tres ideas: que todos los colegios de Bogotá apadrinaran una escuela rural de Cundinamarca para sacar, sin reemplazar al Estado, del lamentable estado en el que se encuentra la educación allá. Este programa se podría replicar en todas las ciudades y departamentos. Que el impuesto de ICA que pagamos los colegios sea invertido en mejorar la educación, especialmente la rural, y que busquemos la forma de devolverles el corazón a tantos centros educativos públicos que no son colegios, sino depósitos de niños".
¿Cuánto estaría dispuesto a pagar un padre por tener a su hijo en el mejor colegio del país y tener prácticamente la certeza de que al final del bachillerato entrará a estudiar a la Universidad Nacional o la que quiera si tiene la posibilidad de pagar? Para sorpresa de muchos, la pensión en Campo David oscila entre 137.800 y 243.000 pesos, que en muchos casos es difícil de asumir por muchas de las familias. Allí no hay bonos, aportes disfrazados, rifas, bingos ni cuotas. Una lección que muchos colegios deberían aprender.